El pensamiento de Sun Tsu y la lectura de Mao
El Arte de la Guerra es posiblemente el libro más influyente de toda la civilización oriental. Escrito por Sunzi en el siglo V. ane., puede ser considerado el primer libro científico por la objetividad de sus planteamientos.
Ha sido la principal referencia no solo para los estrategas y militares orientales sino también para los hombres de negocios. Actualmente sigue siendo el texto más estudiado entre tanto entre las academias militares como en las escuelas de negocios.
Este artículo corresponde a un fragmento de uno de los módulos del “El arte de la guerra“, creado e impartido por Manuel Herranz, profesor en IE University e IE Business School, donde ya ha impartido El Arte de la Guerra para los Negocios.
Al margen de la existencia individual de Sun Tsu (otro debate similar tiene lugar con Lao Tse) y de la datación histórica del libro “El arte de la guerra,” éste es en un clásico imprescindible por la utilidad de los pensamientos y lógicas que en él se exponen ha sido trasladado a muy diversos contextos.
Sun Tsu analiza la guerra sin apriorismos, como dijera Lenin mediante “el análisis concreto de una situación concreta;”[1] para ello utiliza un lenguaje conceptual y sintético que va de lo general a lo particular, de la filosofía a la praxis. Su propuesta es fundamentalmente técnica, instrumental, ausente de juicios morales; ello lo consigue definiendo el deber ser sin entrar a valorar las razones que lo justifican, como el arte de la esgrima no entra en las causas que llevan a desenvainar la espada.
Para Sun Tsu lo político y lo militar marchan de la mano, aunque dado el componente técnico intrínseco a la guerra, su comienzo corresponde al nivel político mientras que su desarrollo es militar.
La guerra es objeto de cálculo racional pues “es un asunto de importancia vital para el Estado; un asunto de vida o muerte, el camino hacia la supervivencia o la destrucción. Por lo tanto, es imperativo estudiarla profundamente”[2] y debe ponderarse cuidadosamente aunque, en general, no es deseable, pues “la victoria se puede predecir pero nunca se puede garantizar”[3] ello es consecuencia de que “uno mismo es capaz de hacerse invulnerable pero la invulnerabilidad del adversario depende del propio adversario.”[4]
Para la filosofía china tradicional, no existen prototipos ni la interrelación de diversos elementos produce siempre el mismo resultado, por ello, no se esfuerza en anticipar las consecuencias de un mismo fenómeno al tiempo que busca generar una propuesta cosmogónica armónica; no es tan importante vencer como encontrar el camino hacia la victoria.[5] Como decía Mao
“no podemos exigir que los generales sean siempre victoriosos. La historia conoce muy pocos generales así…es necesario asimilar un método…conocer a fondo todos los aspectos del enemigo y los nuestros, descubrir las leyes que rigen sus acciones de ambos lados y aplicarlas en nuestras propias acciones.”[6]
La propuesta de Sun Tsu es una metodología, supone la positivación de una doctrina invariable que se aplica dinámica y dialécticamente a situaciones cambiantes
“así como el agua no tiene formas estables no existen en la guerra condiciones permanentes… en el arte de la guerra no existen reglas fijas. Las reglas se establecen conforme con las circunstancias… la maniobra no ha de encorsetarse, el despliegue no ha de repetirse, acóplate al enemigo y alcanzaras la gloria.”[7]
Su obra propugna la armonía.[8] Fortaleza y debilidad tienen un mismo origen
“la táctica militar se asemeja al agua. El agua en su discurrir evita las alturas y se lanza hacia abajo; la táctica militar consiste en evitar los puntos fuertes del enemigo y buscar los débiles. El agua acomoda su curso a la configuración del terreno, la táctica militar consiste en establecer los planes del enemigo para conseguir la victoria basándose en las condiciones del enemigo.”[9] Por eso Mao diría “no sólo tenemos que saber como emplear las tácticas sino también como variarlas. Para un mando flexible es tarea importante hacer cambios oportunos según las condiciones.”[10]
Esta mística del agua – mediante la que se representa la falta de principios y apriorismos- presenta al líquido elemento como la quintaesencia de los valores adaptativos intrínsecos a la estrategia la cual, careciendo de forma, se convierte en la encarnación del no-ser y la expresión de la superioridad de “lo ínfimo, lo invisible, lo que carece de un ser permanente vence siempre a lo que permanece idéntico” de modo que “un Ejército alcanza la perfección cuando no muestra ningún flanco, ninguna formación a la que el enemigo sea capaz de oponerse,”[11] idea esta también recogida por Lao Tse.
Toda la estrategia militar china está impregnada del deseo de evitar, por estéril, un mortífero enfrentamiento directo “ningún movimiento sin beneficio, ningún despliegue sin ganancia, ninguna batalla fútil.”[12]No hay nada encomiable ni honroso en el obstáculo y la fatiga; se debe buscar lo fácil.[13]
Mao en 1930 se libró de la tenaza que Chiang Kai Check pretendía cerrar sobre él, desplazando sus efectivos a gran velocidad, como un torrente de agua, durante 350 Km. en paralelo a las fuerzas de aquel con lo cual consiguió una superioridad relativa local[14] atacando sus unidades una por una y con gran rapidez: “nuestra estrategia es batirnos uno contra diez, nuestra táctica es batirnos diez contra uno.”[15] Así pudo escribir “barrimos al enemigo como se enrolla una estera. Alguien gime desilusionado. ¿De que sirve un bastión a cada paso?”[16]
La naturaleza de pulso del esfuerzo bélico la presenta como una sucesión y combinación infinita de fuerza extraordinaria y fuerza normal. De esta manera se utiliza lo ortodoxo para luchar y lo insólito para ganar la batalla,[17] resolviéndose de paso el debate entre Clausewitz (esfuerzo principal, acción directa y batalla decisiva) y Liddell Hart (esfuerzo secundario, acción indirecta sin batalla decisiva), contemplando a ambos simultáneamente.[18]
Para ello es esencial conocer al enemigo, porque la guerra es una relación dialéctica cuyo resultado depende de la relación entre las partes, de su capacidad adaptativa y del acierto con la que ésta se desarrolla. Por esta razón es capital obtener información sobre el contrario, al tiempo que se debe negar la propia. “Conoce al enemigo y conócete a ti mismo y podrás librar cien batallas sin conocer la derrota.”[19] Prosiguiendo con este argumento, el engaño ocupa un lugar relevante en la estrategia pues impide que el enemigo se adapte con acierto
“el arte de la guerra es el arte de ficción. Por tanto cuando seas fuerte simula debilidad. Cuando estés preparado para actuar finge apatía. Cuando próximo lejano, cuando lejano próximo.” [20]
Y es que el engaño junto con los errores en la percepción de la situación impide que el enemigo, como el agua, se adapte a las fuerzas propias y pueda fijarlas. Tal idea se complementa con una constante transformación que lo hace insondable y polimorfo, imposibilitando aún más que el contrario se adapte a él.
Por eso Mao considera que inducir a apreciaciones erróneas y atacar por sorpresa significa transferir al enemigo todas las incertidumbres de la guerra y procurar a las fuerzas propias todas las certidumbres posibles.[21] Esta conducta de engañar y beneficiarse de los errores ajenos, supone un alejamiento de las propuestas de los códigos caballerescos clásicos
Mao propugnaba determinar con acierto la situación estratégica; de lo que se deducía reconocer el carácter guerrillero de sus operaciones, la estrategia de guerra prolongada y las campañas de decisión rápida, los frentes de operaciones inestables y la guerra de movimientos, las operaciones de aniquilamiento, el golpear en una sola dirección, la centralización relativa del mando, el adoctrinamiento, la disciplina política o la búsqueda de aliados que garanticen la unidad de acción y la integridad del esfuerzo. [22]
La guerra de masas populares, que viene a sustituir al enfrentamiento de caballeros especializados, sólo resulta posible mediante la vertebración de ese colectivo informe a través de una disciplina que lo convierta en un auténtico Ejército, prolongación directa de la voluntad de su jefe, como la espada es la prolongación del brazo.
General y Ejército constituyen un todo armónico, “como rebaño de ovejas, llevará a los hombres de un lado para otro, sin que nadie sepa adonde va”[23] consecuentemente, el elemento psicológico tiene una gran trascendencia tanto la propia como del enemigo. Fiel a esta realidad y tratando de sacar partido en sentido inverso, Mao da un paso más y propugnaba un Ejército que se dedique no “sólo a luchar”, sino que sirva para hacerse con las masas y encuadrarlas.[24]
Mientras confucianos y taoistas sostienen la bondad innata del ser humano los legistas y los estrategas militares rechazan esta opción.[25] Sin afirmar lo contrario, consideran que el hombre satisface sus apetitos, lo que no es bueno ni malo sino natural, y obliga a establecer un sistema de castigos y recompensas con vistas a dirigir su espíritu en la dirección adecuada. Las pasiones no deben ser contenidas, sino evitadas.
Mao recomendaba perturbar el orden de la sociedad hostil, romper su armonía, ”desorganizad todo lo que es bueno en la zona enemiga, tratad de mezclar los representantes de las más altas esferas en empresas criminales…propagad la disensión y la discordia entre los ciudadanos.” [26]
Así, la guerra se transforma en un duelo entre generales que se desarrolla entre versatilidad y flexibilidad. No se pretende aniquilar al enemigo, eso es secundario; es más, propugna utilizarlo en beneficio propio. Se dirige a derrotar los planes del enemigo, sus alianzas y contra el espíritu del jefe “los que son expertos en el arte de la guerra someten al enemigo sin combatir.” [27] Los Ejércitos se enfrentan pero la victoria está ya decidida antes del combate
Como caso particular, la guerra prolongada desarrollada por Mao en la década de los Treinta frente al invasor japonés, pasa por tres fases diferenciadas, la defensiva estratégica, la fase de equilibrio y la ofensiva estratégica.
En la fase defensiva no importa sacrificar espacio, lo que interesa es conseguir el apoyo popular y generar una infraestructura; en la fase de equilibrio, se trata de conseguir espacio y procurar que el enemigo quede confinado a unos puntos fuertes; la tercera fase se ejecuta con el concurso de un Ejército popular y el levantamiento en masa y en ella se pretende la derrota definitiva del enemigo.[28]
[1] Althousser, Louis. La Revolución teórica de Marx. Siglo XXI Editores, p.171.
[2] Sun Tsu. El arte de la guerra. Opus citada, p. 49.
[3] Ibidem, p. 61.
[4] Ibidem.
[5] Puell, Fernando. Introducción a Sun Tsu. El arte de la guerra. Opus citada, p. 42.
[6] Mao Tse Tung. Escritos Militares. Opus citada, p. 90.
[7] Sun Tsu. El arte de la guerra. Opus citada, pp. 72 y 73.
[8] Qiao y Wang son herederos de esta tradición, llegan a pronunciarse por el Pitagorismo, una ley del número que liga el éxito al manejo de las proporciones, y con ello a la armonía. Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted warfare. Opus citada, p. 155 y ss.
[9] Sun Tsu. El arte de la guerra. Opus citada, p. 14.
[10] Mao Tse Tung. Escritos Militares. Opus citada, p. 170.
[11] Galvani Albert. Introducción al Arte de la guerra de Sunzi. Editorial Trotta, p. 56.
[12] Sun Tsu. El arte de la guerra. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid 2000, p. 103.
[13] Galvani Albert. Introducción al Arte de la guerra Sunzi. Editorial Trotta, pp. 79 y ss.
[14] Decía Eisenhower: “si el enemigo defiende una colina con un batallón y me dan dos batallones para que tome la colina, efectivamente la tomaré, `pero a costa de sufrir muchas bajas. Que me den una división y la tomaré sin luchar”. Citado por Nixon (1980, p 124)
[15] Le Borgne, Claude. La guerra ha muerto. Ediciones Ejército, Madrid, 1988, p. 225.
[16] Puell, Fernando. Introducción a Sun Tsu. El arte de la guerra. Opus citada, p. 14.
[17] Idea en que insiste el pensamiento estratégico chino actual. Por ejemplo, Qiao Liang y Wang Xiangsui. Unrestricted warfare. Opus citada, p.134.
[18] Le Borgne, Claude. La guerra ha muerto. Opus citada, p. 272.
[19] Sun Tsu. El arte de la guerra. Opus citada, p. 15.
[20] Ibidem, p. 51. Se ha traducido la palabra “dao” por arte para facilitar la debida comprensión del texto.
[21] Mao Tse Tung. Escritos Militares. Editorial Rioplatense, Buenos Aires 1972, p. 241.
[22] Ibidem, pp. 107 y 108.
[23] Ibidem, pp. 97 y 98.
[24] Shy, John y W. Collier, Thomas. “La guerra revolucionaria.” Opus citada, p. 864.
[25] Galvani, Albert. Introducción en Sun Tsu Arte de la guerra Sunzi. Opus citada, p. 63.
[26] Griffith, Samuel D. Introducción. Opus citada, p. 16.
[27] Puell, Fernando. Introducción en Sun Tsu. El arte de la guerra. Opus citada, p. 58.
[28] Mao Tse Tung. Escritos Militares. Opus citada.
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